La flor de la pereza

Esquirlas de aire
arcano indescifrable,
en el jardín de mis delicias
pertenezco a la brisa.
Inhalo la niebla
que flota en el Ganges,
el aceite de incienso
nos servirá de consuelo.

Ganges Vals (Opio) – Héroes del Silencio

Hoy comienza nuestro tercer día en Pekín. Y mi percepción del tiempo y la distancia me desconcierta. Es como si la luz grisácea del cielo lo ralentizara todo. Pero al mismo tiempo las imágenes y las conversaciones se amontonan en mi memoria. Y el aire de esta ciudad es tan seco como el negro humo de un motor diésel.

Anoche me di cuenta de que no hay manera de que mi teléfono Xiaomi obtenga cobertura aquí. Se trata de una prestigiosa marca china, que compite ofreciendo electrónica barata y aparentemente de calidad. Teléfono en el que, debido al cambio horario, también ha dejado de funcionar la mensajería instantánea.

Así que estoy incomunicado, aunque lo cierto es que me importa poco. Ayer por la tarde, vagabundeando por los hutongs, me sentí tranquilo. Cada esquina, cada mirada foránea tenía algo que descubrir, algo interesante que retratar. Y aunque vamos en grupo, creo que cada uno de nosotros va asimilando la realidad de la calle en una conversación íntima consigo mismo. Para luego compartirla con unas cervezas. Así que no me siento solo ni aislado. Pero sí lejos, muy lejos.

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Joven vigilante de seguridad del metro de Pekín. Vía EPD.

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Pasajera cabreada en el metro. Instantes después sonreía, pero me gusta su auténtica cara de mala leche. Vía EPD.

 

Hoy hemos visitado el nuevo Palacio de Verano, también conocido como el Jardín de la Salud y la Armonía. Se trata de un enorme complejo de pagodas, teatros, residencias y jardines, en cuyo centro está el lago artificial Kunming. Fue construido y utilizado como residencia por la emperatriz Cixi de la dinastía Qing, la última dinastía china,  entorno al año 1900. Hoy es Patrimonio de la Humanidad para la Unesco, y un símbolo nacional para los chinos.

Hemos alquilado un hidropedal por el lago y lo hemos pasado en grande. Hacía un calor asfixiante, y el cielo tenía un color gris plomizo. Un pequeño coro cantaba en los enormes jardines, huyendo de las zonas más turísticas, abarrotadas de turistas. Un padre de familia alemán, que nos ha sacado una foto, ha simulado que se le caía mi cámara al suelo. El muy idiota, tras contarle que no hemos venido en un vuelo directo desde España, va y me dice «¿pero qué sois, griegos o qué?» haciendo alusión a que hemos buscado el precio más barato. En fin.

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Vista del lago artificial Kunming desde la gran Pagoda del Buda Fragante. Vía EPD.

He dicho que es el nuevo Palacio de Verano, porque no es el antiguo. Éste fue reducido a escombros por los británicos y franceses en el año 1860 durante la Segunda Guerra del Opio. Y esta es una historia digna de contar.

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¿Pero qué fueron las Guerras del Opio?

Erase una vez una Europa del siglo XVIII a la que le encantaban los productos de lujo procedentes de China. El té, la porcelana y la seda eran muy codiciados y deseados. Los comerciantes europeos hacían todo lo posible por importar los lujos chinos a toda velocidad, para venderlos al precio más elevado posible.

Pero China era un país orgulloso, testarudo y autosuficiente. No necesitaba comprar nada a las tierras bárbaras, ya que ellos producían sus propios alimentos y sus materias primas.

El Emperador exigía que todos los productos se exportaran a cambio de monedas de plata, sin permitir que se importaran mercancías foráneas que corrompieran su estimada cultura. Además, a los comerciantes extranjeros sólo se les permitía acceder al puerto de Cantón para hacer negocios. ¡Con lo grande que era el Mar Amarillo!

Pero a los británicos les encantaba el té chino, y su compra resultaba realmente cara y difícil. ¿Monedas de plata a cambio de té? Are you kidding me? Necesitaban vender algo para poder hacer un intercambio. Y qué mejor que La Flor de la Pereza, la planta Adormidera, el jugo de la roja amapola.

La adormidera (o amapola) ya se había consumido en el continente amarillo con fines medicinales antes del siglo XVI, hasta que los árabes les enseñaron a extraer el jugo de sus semillas para fines recreativos. En China se la conocía como o-fu-jung (o veneno negro). Pero es a partir de 1773, gracias a la Honourable East India Company, hasta que no se masifica su consumo. La honorable empresa británica, como el nombre indica, se encargaba de la comercialización de los productos procedentes de la colonia británica.

El opio generaba la dependencia deseada por Europa, pero corrompía al trabajador chino, volviéndolo perezoso e inútil. Los fumadores disfrutaban de unos momentos de serenidad y felicidad, sensaciones que en su vida cotidiana no podían alcanzar de otra forma. La morfina es el principal componente de la droga, que consumida correctamente, relaja las pulsaciones, quita el hambre, el dolor y las preocupaciones durante más de ocho horas.

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Dos fumadores de opio chinos. Vía blog.holachina.net

La flor venenosa se comenzó a tomar de manera masiva. Los campesinos gastaban dos tercios del salario en su consumo. La sustancia incluso se había popularizado en las clases altas y en el seno del gobierno chino. Debido al tráfico ilegal y las inmensas cantidades de dinero que movía, la corrupción política se extendió como la pólvora. A todos les convenía que el opio fuera ilegal, y al imperio británico el primero. La East India Company vendía opio a otros comerciantes europeos, que a su vez lo vendían a los chinos. La Reina Victoria de Inglaterra no estaba, precisamente, jugando limpio. Es sabido que Estados Unidos también participó de manera intensa en ese comercio ilegal.

Aunque en occidente el consumo del opio también se extendería. La adormidera se consideraba una panacea para males como el dolor, el insomnio, la diarrea o la depresión; y era tomada por artistas, aristócratas y prostitutas. Incluso se suministraba a los bebés para «ayudarles» a dormir, y evitar que lloraran tanto.opium-and-imperialism

A pesar de que parte del gobierno chino discrepaba, el emperador Daoguang decidió acabar con el consumo y venta de opio en 1829. Aunque pocas acciones se realizaron respecto a los extranjeros. Tuvieron que pasar diez años, para que en 1839 el comisario Lin, ante la sorpresa de los británicos, destruyera unas 20,000 cajas del producto en Cantón. Este suceso desembocó en la Primera Guerra del Opio. Conflicto en el que China fue totalmente humillada.

Barcos de madera, propulsados por velas, contra navíos de acero y vapor. Las tropas extrajeras eran tecnológicamente muy superiores, y la nación amarilla tuvo que firmar el nefasto tratado de Nankin tras tres años de derrotas.

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Batalla de Cantón. Vía blog.holachina.net.

China perdió Hong Kong, que se transformó en colonia británica, y se vio obligada a abrir algunos puertos al comercio británico y al opio. Pero la nación quedó totalmente humillada.

Para rematar la faena, en 1850 estalló la rebelión Taiping, de la mano de un iluminado que se hacía llamar el nuevo mesías, diciendo ser el segundo hijo del dios cristiano. Este señor, con su Reino Celestial de la Gran Paz, produciría una de las mayores guerras civiles de toda la historia.

Como resultado, morirían entre veinte y treinta millones de personas en el país. Este es un número similar al número total de muertes causadas por la Primera Guerra Mundial. Y, aunque la dinastía Qing derrotó a los rebeldes en 1864, las consecuencias para el país fueron terribles. Pero esta es una historia que contaré en otro momento.

La humillación procedente de occidente no acabaría con la primera guerra del opio. Inglaterra, junto con Francia y los Estados Unidos, pronto exigirían el libre comercio en toda China, legalizando el tráfico del opio y aboliendo los impuestos a los extranjeros. Pero la corte de los Qing rechazó esa demanda, y tras un nuevo repunte de violencia en 1856, China fue invadida por el Reino Unido y Francia. Poco pudieron hacer las maltrechas tropas Chinas, en pleno desastre Taiping, frente al poderío de la tecnología europea.

Es, precisamente, durante esta segunda invasión (1860) cuando los británicos y franceses arrasaron el antiguo Palacio de Verano. Los Jardines del Perfecto Brillo, el icono del arte y el poderío imperial, reducidos a escombros.

Salimos, y, después del saqueo, quemamos todo el lugar, destruyendo de manera vandálica una propiedad tan valiosa que no podría ser reemplazada por el trabajo de cuatro millones de personas. Sacamos mas de 48 £ por cabeza en recompensa … Me ha ido bien. La gente local es muy amable, pero creo que los grandes nos odian, después de lo que hicimos al Palacio. No puede imaginarse la belleza y la magnificencia de los lugares que quemamos. Nos dolía el corazón al quemarlos, de hecho, estos lugares eran tan grandes, y teníamos tanta prisa, que no pudimos saquearlos con cuidado. Se quemaron cantidades de adornos de oro, al confundirlos con latón. Fue un trabajo terriblemente desmoralizador para un ejército.

Charles George Gordon, capitán de la Royal Engineers

Y, a pesar de que se construyera uno nuevo, tras las derrotas y los desastres recientes, la dinastía Qing quedaría predestinada a desaparecer. Y una China dolorida y humillada seguiría su maltrecho camino hacia el siglo XX.

Después de visitar el palacio, ya por la tarde, nos hemos acercado al estadio olímpico. En Pekín se celebraron las olimpiadas del 2008. Para el evento se construyeron grandes edificios, avenidas y logotipos alegres. En el 2006 el gobierno dejó de conceder permisos de construcción nuevos en la ciudad, para así permitir que el polvo generado por esta actividad se asentara en el suelo, y la nube tóxica se redujera un poco.

Esta tarde el aire era irrespirable en la explanada del Estadio Nacional. El edificio tiene una moderna y original forma de malla, y me ha gustado. Está equipado con un sistema de energía solar y recogida de lluvia para su riego y limpieza. Teniendo en cuenta la cantidad de sol que llega a través de la nube tóxica, y la calidad del agua que debe caer, me temo que los arquitectos suecos fueron demasiado optimistas.

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Estadio Nacional de China. Se construyó para los juegos olímpicos de Pekín 2008. Vía EPD

Conforme pasaban los minutos, nuestros ojos se irritaban y la nariz y la garganta se secaban. Mi piel pedía a gritos una ducha y un descanso.

A la vuelta al hostel, ya de noche, el metro estaba totalmente abarrotado. Una auténtica marea humana se precipitaba por los pasillos y fluía como el agua a presión. Hemos tenido que practicar rugby para poder subir a los vagones, y no exagero. Cuando se abrían las puertas, los más grandes poníamos el hombro y hacíamos hueco a base de empujar con las mochilas. Aunque los pasajeros no se enfadaban, más bien nos miraban con cara de susto. De nuevo, me siento totalmente agotado al llegar a la cama.

 

Enlaces interesantes sobre las guerras del opio:

 

 

 

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